Y no, no viene en bote.
Muchos de vosotros sin saberlo, los véis a diario, y es que es imposible visitar una zona costera y no verlos. Nuestros protagonistas se pegan a las rocas,
a los muelles, a las embarcaciones y hasta a las ballenas.
Los balánidos
o bellotas de mar son una plaga para las industrias marítimas, pero
también los pequeños guardianes de un secreto: el del adhesivo más
fuerte y resistente de la naturaleza.
El
pegamento que utilizan estos primos hermanos de los percebes ya fue
descrito por Darwin hace cerca de 150 años, pero se desconocía el por qué de su fuerza y efectividad.
Las bellotas de mar no crecen toda su vida en el mismo
lugar. En su estado larval son pequeños crustáceos que navegan
libremente. Cuando les llega la hora de crecer, eligen un lugar
apropiado y se adhieren a él de por vida, segregando una sustancia
similar al cemento.
Hasta
ahora se sabía que esa sustancia estaba formada por dos componentes, un
líquido aceitoso formado por lípidos, y el adhesivo en sí, una fosfoproteína
que se endurece hasta formar un material resistente en extremo. Los
biólogos creían que ambos líquidos se combinaban (como hacen los composites domésticos), pero la observación
con nuevas técnicas de microscopía electrónica han aclarado que el
primer líquido, el aceitoso, en realidad, funciona como una capa hidrofóbica que
permite al siguiente asentarse sobre la superficie.
El
descubrimiento abre la puerta a nuevos adhesivos más potentes y capaces
de funcionar en condiciones extremas. Además, el descubrimiento
permitirá diseñar pinturas para barcos sobre las que estos
microorganismos no puedan adherirse. Las bellotas de mar se adhieren al
casco de los barcos y dificultan su navegación. Se calcula
que estos pequeños crustáceos generan un gasto de unos 7.500 millones
de dólares anuales en combustible extra para las embarcaciones sin contabilizar su responsabilidad en averías mecánicas, etc...
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