Los plátanos tal y como los conocemos ahora puede que tengan los días contados, pero ¿cómo puede ser? No desesperes, sigue leyendo.
Antes de nada, debes saber que los plátanos, al igual que otros frutos tienen sus semillas. Bueno, los que conoces no, pero los naturales sí. ¿A que has visto en el supermercado ya sandías sin pepitas?
Pues estas frutas sin pepitas no son frutas "normales" y no hablamos de ingeniería genética ni nada de eso, simplemente provienen de plantas estériles, y claro, como son estériles no desarrollan semillas.
Pero si son estériles, ¿cómo es que tenemos tantos plátanos y podemos reproducir las plantas? Pues por clonación. Pero no hace falta que te imagines a un científico loco fotocopiando plátanos en un laboratorio. Seguro que has clonado alguna planta en casa sin saberlo. ¿A que alguna vez has hecho algún esqueje? Pues lo mismo. Esa planta que se desarrolla a partir de ese pedacito de la anterior es una copia exacta de la otra, un clon.
Pues bien, como clones que son, tienen la misma información genética tanto para crear plátanos sin semillas, como para otros asuntos en lo que intervienen los genes.
Plátano Cavendish actual |
Desde la década de los 60 casi todos los plátanos cultivados y consumidos en el mundo son prácticamente iguales desde el punto de vista genético, son los llamados variedad Cavendish.
Hasta esa década, la variedad de plátano que se cultivaba mayoritariamente era la Gros Michel, una variante de la m. acuminata
más dulce que los plátanos actuales y descubierta en 1820. ¿Habéis notado alguna vez que las
golosinas con sabor a plátano no saben a plátano? Pues no os están
tomando el pelo, lo que pasa es que tienen el sabor de la Gros Michel.
Variedad Gros Michel |
Éstos plátanos Gros Michel curiosamente también eran clones de una planta original.
Pues bien, durante los años 50 la enfermedad de Panamá, causada por un hongo, infectó y devastó muchas plantaciones de Gros Michel por todo el planeta. Y el hongo, una vez que aprendió a atacar a un solo individuo, pudo atacarlos todos y arrasó toda la población.
Los agricultores, hartos de escapar de la enfermedad, terminaron por dejar la Gros Michel y adoptar una variedad vietnamita de plátanos que era más resistente a esta plaga. Esta otra variedad, la Cavendish, es la que comemos hoy en día.
(Según los expertos en plátanos, la Cavendish está muy mal vista por que es más sosa que la Gros Michel).
(Según los expertos en plátanos, la Cavendish está muy mal vista por que es más sosa que la Gros Michel).
Pero incluso en la actualidad podríamos tener que despedirnos de la Cavendish y acostumbrarnos a un nuevo tipo de plátano, ya que una enfermedad llamada sigatoka negra amenaza
nuevamente los cultivos de plátano escala global. Esta enfermedad ennegrece las
hojas de la planta, impidiéndole realizar la fotosíntesis y, por tanto,
privándola de la energía que necesita para desarrollar frutos.
La prevención y el tratamiento de esta enfermedad es carísima y el rendimiento de las plantaciones infectadas
baja a la mitad, haciéndolas insostenibles. Se han empezado a investigar nuevas fórmulas para combatir el hongo y por otro lado, variedades nuevas de plantas que resistan a la enfermedad, pero de momento las que se han encontrado tienen sabores y texturas que no terminan de convencer al público.
Podemos imaginarnos lo poco apetecibles que resultan los plátanos en estado salvaje y, teniendo en cuenta que sus semillas son muy duras y ocupan gran parte del volumen de la fruta, podemos suponer que la comercialización de estas especies seguramente no sería demasiado rentable.
¿Cómo hemos llegado a tener plátanos estériles?
Plátano salvaje |
Pero hace ya miles de años nos dimos cuenta de que, si el polen de
una especie de árbol frutal salvaje se colocaba en la flor de otra
especie parecida, el fruto de la planta que crecía de sus semillas era
muy diferente que cualquiera de la que dan sus “padres”. Pero, como ocurre con los animales, las frutas de estas plantas híbridas tampoco tienen la capacidad de reproducirse (son estériles), lo único que queda de las semillas son esos puntitos negros que, por mucho que los plantes y los riegues, nunca van a crecer. Éstos son los plátanos que que encontramos en el supermercado
En Canarias se cultivan descendientes de la variedad “Cavendish”: “Giant Cavendish”, “Dwarf Cavendish” y una nueva raza nacida en el archipiélago llamada “Gruesa Palmera”, entre otras. Precisamente esta nueva variedad surgió por mutación somática de la “Dwarf Cavendish” y ahora es propia de nuestras islas afortunadas.
El clima de las Islas Canarias es más variable que el de otras zonas tropicales donde se cultiva la platanera. Esto exige que el plátano permanezca más tiempo en la en planta (6 meses) para madurar bien, respecto a la banana (3 meses). Como la inmensa mayoría de plátano viaja a la península, es decir a poquitos días en barco del consumidor final, esto permite que mantenerlo más tiempo madurando en la platanera, lo que le ayuda a alcanzar un mayor grado de madurez, sabor y aroma que la banana.
Otra ventaja es la escasez de plagas y enfermedades afectan a la platanera en Canarias, comparados con las producciones tropicales. Están libres del hongo Sigatoka, y apenas les afecta el mal de panamá o un temido nematodo en el mundo platanero. El Picudo (Cosmopolites sordidus) sí hace de las suyas pero se le trata con lucha integrada, ya que el cuidado del medio ambiente es una prioridad. Añadir que las condiciones salariales y sociales de los agricultores canarios son mejores que las del entorno de la banana. Todas estas características le han valido la denominación de IGP (Indicación Geográfica protegida), lo que supone un reconocimiento y una protección a un producto único en la Unión europea.
¿Y cómo reproducimos plantas estériles?
Pues como explicábamos al principio, aunque las semillas no les sirvan de nada, las plantas que dan los plátanos pueden volver a crecer a partir de trozos de sus raíces o del tallo que se encuentra bajo tierra (son un organismo clones). Es por eso que, una
vez obtenido un ejemplar de una variedad nueva que tiene unas
características concretas, su población puede multiplicarse en otro
lugar del mundo (donde las especies originales no existan) usando sólo
pedazos de raíces y las plantas nacidas de esas raíces tendrán el mismo material genético que el individuo original, por supuesto.
¿Y el plátano de Canarias?
La última pregunta era obligada y allá va la respuesta. Primero aclarar que conscientemente he utilizado la palabra plátano para referirme indistintamente a plátanos y bananas. La utilización de ambos nombres y las diferencias entre si son tan complejas como el propio origen de la planta. Me quedo con nuestra particular manera de llamarlos: banana tropical a cualquier cosa que no sea plátano de Canarias.En Canarias se cultivan descendientes de la variedad “Cavendish”: “Giant Cavendish”, “Dwarf Cavendish” y una nueva raza nacida en el archipiélago llamada “Gruesa Palmera”, entre otras. Precisamente esta nueva variedad surgió por mutación somática de la “Dwarf Cavendish” y ahora es propia de nuestras islas afortunadas.
El clima de las Islas Canarias es más variable que el de otras zonas tropicales donde se cultiva la platanera. Esto exige que el plátano permanezca más tiempo en la en planta (6 meses) para madurar bien, respecto a la banana (3 meses). Como la inmensa mayoría de plátano viaja a la península, es decir a poquitos días en barco del consumidor final, esto permite que mantenerlo más tiempo madurando en la platanera, lo que le ayuda a alcanzar un mayor grado de madurez, sabor y aroma que la banana.
¿Sabías que las pintas negras distintivas del Plátano de Canarias se deben a que son especialmente sensibles a los golpes?
Solo son apreciables en el fruto maduro y aparecen durante el transporte, con cualquier mínimo golpe o roce se activan unas enzimas responsables del pardeamiento. Afortunadamente no afectan en absoluto a la calidad del fruto.
Solo son apreciables en el fruto maduro y aparecen durante el transporte, con cualquier mínimo golpe o roce se activan unas enzimas responsables del pardeamiento. Afortunadamente no afectan en absoluto a la calidad del fruto.
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